miércoles, 2 de noviembre de 2011

Adaptación

O te adaptas al sistema, es decir, te dejas absorber, o te opones a él.

Cómo? preguntó Pitágoras a su rebelde discípulo

Elemental mi querido maestro: el sistema es todo. Llámese al todo como aquella máquina de elementos concatenados entre si causalmente en el espacio y el tiempo. Quiero agregar que el sistema, como totalidad de la concatenación, guarda una relación especial con los entes que gozan de libertad; en efecto, los seres libres son capaces de inteligir muchas causas, jerarquizarlas, y de alguna forma precaria, dominarlas también a gusto y capricho.

Qué quieres decir con libertad querido discípulo? aún no me queda del todo claro lo que quieres decir.

Libertad, maestro, es la esencia del espíritu en su principio autónomo; es la esencia del elemento en su capacidad de elegir. el movimiento causal ya no es solamente mecánico. Se expresa una voluntad.

Oh discípulo, y qué otras cosas puedes decirme de la libertad?

Maestro, yo solo he adquirido el poder para inteligir la libertad pero no para sentirla. Me confieso ante ti.

Es porque sientes verguenza.

Verguenza de qué maestro? a veces busco las razones de esa verguenza, ese pudor, pero no las encuentro

En ese momento pitágoras jugaba con una libelula que lo merodeaba, pero sin perderle atención a su discípulo, lo miró condescendientemente, como queriendo darle algun bálsamo a su congoja. Luego de esto le dijo suavemente:

Sabes discípulo, a veces me río de mi mismo. Me río de toda la miseria que todavía tengo y de la que nunca me podré deshacer. Me río de la santidad, esa vana y presuntuosa ingenuidad narcisista. Me río del orgullo del que no entrega nada bueno y solo espera recibir. Me río del orgullo del que no recibe nada y solo entrega, entrega cargas, dolores. A veces me río de mi mismo por tomar tan en serio los pensamientos, pero también me río cuando los tomo a la chacota. Me río de ti y me río de mi, y sabes por qué me río?

En ese momento la libélula se le paró en un hombro y un inmenso brillo surgió de sus ojos. El discípulo lo miraba desde una roca completamente atraído en lo que su maestro, gratuitamente, le instruía.

Es obra de una gracia que vivamos para sentir semejante placer. Es obra de un demiurgo el que podamos sentir dolor. Y es obra de alguna sustancia eterea el que podamos fantasiar y pensar todas aquellas cosas que giran en torno al dolor y el placer. Querido discípulo, mira a tu alrededor. Los pensamientos tienen un hogar, el lenguaje, y el lenguaje tiene su pecera, la mente, el humor de la flema. Si miras a tu alrdedor sin los ojos, cortarás el camino de tus pensamientos a la realidad. te conectarás con tus recuerdos. Luego, si cierras los caminos hacia tus recuerdos, abrirás tus sentidos a la realidad, hi et nunc. Entonces sentirás una alegría inmensa porque comprenderas el sentido de la libertad desde la experiencia. Serás libre para dejar de aparentar ante los demás. No sentirás verguenza de tus bajezas, porque toda bajeza implica un desafío para que te puedas superar. No sentirás miedo, porque todo peligro se revelará impotente ante tu inmensa alegría. Además, tu alegría será contagiosa. Dejarás de pensar y de hablar con lógica cuando quieras, y podrás sentir a los seres que te rodean con genuino respeto. sentirás que la armonía es más importante que las grandes metas explotadoras. No necesitas explotar para ser grande. Tu grandeza está en tu interior.

En ese momento, dos mariposas se besaban yendo de flor en flor. El agua no dejaba de acariciar las piedras rio abajo. Una inmesa quietud abrió los sentidos de ambos. Ruidos que antes no podían percibir empezaron a brotar como flores en el desierto.

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