Dice El filósofo, que el que sabe las causas resulta más apto para el gobierno que el que las efectua. El que piensa conoce las causas dice el sumo virtuoso, el que sabe asignar a cada uno lo que se merece. Aunque la mano de obra tenga más experiencia que el que piensa, el que piensa sabe como constituir su identidad y coordinar sus elementos.
El mercantilismo burgués afirmó la cohesión y la idea romántica del Estado nacional. Lo hizo con una nueva logocracia que tapó los resabios pestilentes del feudo. El superavit, la acumulación, cercaron definitivamente los predios y se acrecentó vertiginosamente la riqueza. Para los más fuertes, claro. Para aquellos que manejan el fuego, la combustión, la destrucción masiva.
No obstante el combustionado suelo, Europa conquistó Creta, instaló su cuna y esparció descendencia. El fuego de Zeus no quedó ahí: alcanzó América, África, Asia y Oceanía. Sufrimos sus quemaduras. Ahora, somos las ubres de sus riquezas. Usurpados de alimento, lengua, y ahora incluso de la sagrada dignidad. Somos un pueblo sometido.
El vértigo nos acerca a la muerte. El aguardiente nos quema. A veces a regañadientes, se nos cae el pelo, nos morimos de cáncer. Oponemos Resistencia, la romántica esperanza de libertad. El fuego de Zeus nos resulta, sin embargo, implacable. Autodestructivo. Qué les importa a los maestros de la roboteknia, los logócratas, las masacres y el porvenir. Son indiferentes al malestar. Nos inventan el cuento de un progreso, animando un show pervertido y decadente. Nos manipulan. Leyes subliminales de erotismo y agresión nos gobiernan. Un íntimo secreto une el fuego divino al Hades.
Hades presente. Hemos de huir. Huir. Huir. Huir. Huir. Repetir. Somatizar, mecanizar. Mecanizar. Mecanizar. Pulsar. Acelerar. Huir. Huir. Huir. No pensar. Pensar explotar. Sino es otro uno mismo. Huir. Armarse un espectáculo. Con el botín descubierto, ha de ser placentera la explotación. Esa es la ley (del más fuerte). Hades se aproxima. No soy sujeto ni existente ni yo mismo, sino un ego absorbente, que reacciona y somete, resiste y ahuyenta.
Nos convencen de que el confort es una necesidad vital, un vástago irrenunciable del progreso, la evolución y la libertad. Petróleo, agua eléctrica, re-presas. La logocracia progresista resulta avasalladora. Pocos quieren renunciar al botín expuesto, al recurso magnífico de la tierra y el artificio del poder. Pero el dinero es invisible. Se nos somete entonces, a la cobranza de una deuda sempiterna.
Hobbes, acentuó el rol del ego. Hume, la utilidad. Smith el capital. Los tecnócratas la combustión. Toda coherción moral, bajo esta nueva ley, es un acto secundario. La codicia y la agresión parecen ser ley y causa primaria del mundo y del porvenir. El Estado de los logócrtatas, de este modo, necesita energía, poder. Una ley que suscite la simpatía de la mayoría. Propaganda. La simpatía es el sofisma de sus artificios.
Con una angelical sonrisa, como un modelo de Pepsodent, Obama relata sus sabrosas anécdotas. Cordialidad rapaz del embustero que no quiere arresgar el pellejo (como Keneddy y otros tantos). Piñera nos negocia. Se habrá instalado un modo de explotación más perfecto que el mercantilismo? Invisible, como la mano de Dios. Invisible, como aquello que intuimos en las noticias. Invisible, como la siniestra mecánica, el círculo odioso.
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