viernes, 13 de agosto de 2010

Deshilachados

PIGS

Don Tatán llegó luego de una corta jornada de trabajo a su palacio. Bajó del helicoptero y miró el crepúsculo con emoción. Había cerrado un negocio que multiplicaría aún más su riqueza. Si bien, aun no podía competir con las grandes fortunas de medio oriente, al menos era considerado el hombre más poderoso de su región. Se frotò la barriga alegremente y se hundió en su sofà de cuero curtido. Sacò de su licorera un Johnny walker etiqueta negra, encendió un habano y los subwoofers de su equipo, en el que se tocaba un disco de Sinatra. Mr Perkin, en tanto, le echaba cera al porsche, que relucía vistosamente entre sus 6 carros de colecciòn, el auto de su hijo, un lamborgini, y el de su mujer, una enorme badfinder de 3 cabinas. Todo en realidad, relucìa con soberana pulcritud en el palacio del cerdo, lejos de la inmunda nube tòxica y de la chusma. Su enorme palacio se encontraba en las alturas de la cordillera protegido por un prestigiosa guardia de la CIA.

Cuando comenzaba a conciliar el sueño, en medio del humo y la mùsica, meciendose para adelante y para atras, comenzò a imaginar un harem de mujeres semidesnudas, a la usansa árabe, que le bailaban la danza del vientre. Entonces, entró su mujer con aire de diva.

- Ay chanchito, no sabes lo que me compré...

Despertò de su ensoñacion botando el vaso de whisky al suelo y apagando nerviosamente el habano en el cenicero (porque la chancha encontraba que su olor era repugnante). La Ceci, tenìa entonces un aire bonachòn y le mirò con desenfado: efectivamente, se habìa comprado un hermoso abrigo de pieles, una linda chaqueta y un sofisticado y colorido vestido. Tambièn, se habìa hecho la manicure y arreglado el pelo, lo que le daba una forma señorial a sus gestos; tocò una campanita y las nanas les sirvieron la cena; sus hijos la escucharon tambièn.

Se sentò la familia en la mesa y la Perra les trajo langosta cocida con aderezos. La chancha menor, Merry, odiaba los productos del mar y cuando le pusieron el plato en frente, respondió con una aparatosa arcada. Su madre, para no arruinar SU buen talante, mandò a la Perra a que le hiciesen unas lechugas "inmediatamente" con un poco de cus cus. Esa era la ùnica forma de que su desnutrida hija comiera, ofreciendole platos vegetarianos. Cuando la Perra volvió con el plato, se persignaron como de costumbre y comieron como cerdos.

Luego del postre y de un tecito de yerbas exoticas, la chancha permitiò a sus hijos levantarse. El pequeño Ronald, se rascaba la oreja y se urgaba la nariz. Su hermana le decía que era un cerdo asqueroso. Sin hacerle caso, Ronald se paró de la mesa y se fue a conectar a la internet, donde le esperaba en línea su excéntrico amigo, Jack. Ambos se pasaban la noche entera simulando ser soldados de la marina nazi, jugando online con unos niños de Nueva York. La pequeña Merry, dejó su plato y se largó de la mesa sin decir nada, con los ojos clavados en el suelo, como un zombie. Al entrar al baño se prosternó como una fiel devota, metió su cara al retrete y agitó sus dedos rápidamente, hasta que una biscosa sustancia emanó profusamente de su interior.

Después de tomarse un licor de nueces la chancha mayor mandó a la servidumbre a lavar la losa; con un gesto altanero, nada más tocando la odiosa campanita; tomò de esa forma a su marido por la cola y se lo llevo juguetonamente.

Don Tatán la miraba con pìcardía. Se admiraba enormemente de sus múltiples cirugìas. El dr Sangief, por cierto, era muy amigo suyo. Le arreglò a la chancha: el busto, la nariz, los ojos, los pòmulos, el mentòn y la barriga...



YABAGÚ GABARÉ

Yabagù gabarè (yo hablarè), se repetía una y otra vez Cronos para cuando se encontrò sorpresivamente con Joshua, que caminaba despreocupado en la misma dirección. Cronos, le mirò sorprendido: primero el negro maletín (que usaba para llevar sus papeles) y luego su clàsica chaqueta de color marròn (que usaba para sus clases de lenguas antiguas). Cronos, lanzó su cigarrillo a un arbusto y saludò a su amigo con cierto recelo. Llegaron asì a una esquina, intercambiando algunas palabras, cuando el semàforo se puso rojo y los detuvo a los dos. Una mujer muy gorda se detuvo también.

Cronos vio de pronto a un dálmata callejero que seguía a una perra por la cola. La perrita, arrancaba de su perseguidor cruzando la autopista. Un ciclista venìa entonces a la carrera y atropelló al perseguidor. Elciclista salió volando y el dálmata quedó enrredado en la bici, lanzando un aullido destemplado. Todo fue tan repentino, que el ciclista voló por los cielos, impactò a la gorda y la gorda, cayó sobre Cronos; este ultimo, cayó también al suelo golpeándose la cabeza.


Cronos, apenas podía moverse. Cuando zafó sus piernas del cuerpo gigantesco de la gorda, de unos 200 kgs, la miró con desdén y luego al ciclista, que se retorcía de dolor, entorpeciendo el trafico. Luego, buscó a su amigo, y vio a una mujer de hermoso pelo y sensual figura que cautivó enormemente su atención.

Cronos, no le quitaba los ojos de encima. La mujer, le tomaba la patita al perrito mientras Jesús lo examinaba. La mujer se llamaba Daniela. Lo supo porque llevaba un delantal de enfermera, con su nombre inscrito en los pechos. La musa comenzó a inquietarse ante el acecho del desconocido; levantó sus ojos celestes, manifestando un profundo desprecio hacia su perseguidor. Cronos, escondió sus ojos resentido. Ella no hizo caso del despecho, y volvió su atención al perro herido, y luego a Jesús. Cronos los miró a los dos celosamente, terriblemente agitado, desorbitado incluso.

- Tomalo de un brazo y nos lo llevamos donde un amigo- le dijo Jesùs a Daniela. Ella respondió sonriendo, tocandose los ondulados remolinos que se le formaban a la altura del hombro, y que caían como resortes sobre su escotado pecho. De pronto, el corazón de Cronos se tornó vengativo. Se imaginó que tomaba a la musa del pelo y que la azotaba contra el pavimento. Por suerte para ella, Jesús detuvo un taxi para llevarse al perrito que se desangraba. Cronos, le echò una ùltima ojeada al culo de la enfermera, que también se levantó y se subió rápidamente al vehículo.

Al cabo de unos minutos, Cronos volvió sobre si. Recordó lo sucedido y vio entonces al ciclista (que tenìa un hematoma azul en la cabeza), a la gorda (que apenas se podía mover en el suelo) y a unos 3 policías que merodeaban el sector. Cronos, se acercò al ciclista y a la gorda, con los ojos inyectados de sangre, diciéndoles con desprecio:
- Son un par de estùpidos… miren lo que han hecho… - y se sacudió entonces la mugre de su chaqueta negra. A uno de los policìas presentes, en tanto, no le agradó nada la actitud desafiante de Cronos, tomandolo sorpresivamente del brazo antes de que partiera:
- Señor, ud queda detenido. Súbase al furgón.-
- Pero yo no hice nada! Suèlteme le digo!- respondiò Cronos, mirandole rapidamente el nombre en una insignia: "comisario Valladares, segunda comisaría".
- A ver a ver, no se me haga el chorito, súbase al furgón señor!- y lo agarró con violencia del brazo, haciéndole una dolorosa. Los otros dos policías, al verlo inmovilizado, lo zurraron con sus lumas; una vez dentro del furgón, lo esposaron a un metal frío y sucio, al lado de unos cogoteros igualmente inmundos.

"Yabagú gabaré"... se repetía una y otra vez Cronos dentro del furgón, tratando de evitar las miradas acechantes de Alberto y Camilo. Cuando el furgón se encontraba detenido en un semáforo, Camilo se animó a pedirle dinero. Cronos se rehusó terminantemente. Entonces Alberto le dijo: "a ver chuchesumare, pasame todo lo que tengai, o te rajo la cara." Cronos se asustó enormemente, y nada pudo hacer ante el tormentoso acecho de los bandidos, que le metían descaradamente las manos en los bolsillos, sacandole la billetera, que tenía unos cuantos cheques y 2 billetes de 100 mil pesos. "Así me gusta culiaito, te salvaste de una zurra grande conchetumare" Cronos, se mordió el labio con profunda indignacion. Antes de llegar a la comisaría, comenzó a blasfemar en contra del comisario Valladares, quien lo escuchaba y se reía con sus colegas, mirandolo por la ventanilla. Su rostro, lleno de pecas colorinas, esbozó una cruel sonrisa. Cronos, guardó silencio; sintió entonces un escalofrío que lo dejó entumecido, mientras los otros dos canallas se entretenían con sus pertenencias...





PAJARERAS

Después de un tecito improvisado y de comerse unos panes con huevo revuelto se encaminaron desde el tercer piso del edificio a la azotea. Chispeante, la diva movía su cuerpo de un lado para otro con un nerviosismo provocador. Les mostró así la ciudad a sus amigos apuntando un alto edificio con sus dedos.

- No me gustan los edificios. Tanta gente metida ahí: calcula sino la cantidad de gente que hay por aquí cerca. Cuenta po. Seguro que unas quinientas.- dijo Madona a sus invitados.

Obama la veía en silencio.

Madonna se sentía muy suelta de lengua.
-... allá en el campo es distinto a la ciudad. En vez de tomar Transantiago ando a caballo, cachai...

-... que rico, vives en el campo... comentó José.

- En el campo la vida es otra sabes? no hay tanta basura ni contaminación... Los edificios son como pajareras. Ahí puedes ver a esas personas. Es como una película.

Todos miraron al edificio contiguo, donde de pronto, se vio a una mujer jabonarse los pechos.



XXX

"no te imaginas lo impresionante que puedo llegar a ser; cuando me veas, sólo querrás tocarme y yo me muero porque lo hagas!

La miré sin decirle nada. Sus ojos brillaban. Entonces me acordè que llevaba conmigo unos fajos en el bolsillo, conseguidos deshonestamente .

Ella pareciò relajarse. Sus labios sensuales estaban muy cerca de los mìos y casi podìa sentir su aliento. Ella comenzò a tocarme al ritmo de "novembre rain".

"me gusta dar masajes" me dijo de susurro.

"a mi tambièn" le respondì. La besè tiernamente en los labios sin poder contener la ola que se venìa como un tren. Ella pareciò sentir de inmediato mi fuerza viril. Comenzò a acariciarme las tetillas y a pasarme la lengua por el cuerpo, como una leona cariñosa que lame a sus crías.

"soy una felina entre las sabanas y te encantará mi boca...imagina lo que cabe y lo que puedo hacer con ella." Me sorprendiò su osadìa. Yo, que solìa conversar con pelolais de lo Barnechea...

"la tení grande papito". me dijo al oído.

Comencè entonces a acariciar su diminuta espalda, lamiendo sus costados y diciendole cosas que la hacían reir. Se me acurrucò como una serpiente, alcanzando luego los billetes que le había dejado en el mueble y lanzandolos por la ventana.

"Quiero realizar todas tus fantasías, estoy dispuesta a escuchar todos tus deseos y cumplirlos papito"

Una franca y maliciosa sonrisa se dibujo en mi rostro, que ella aceptò con lujuria. La empecè a besar por todas partes mientras se le erizaban los rubios pelitos de la piel.

" Cuentame cual es tu fantasìa y la cumplirè"

Entonces le hablè del deseo màs bajo e impuro que cultivaba desde chico...

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