domingo, 24 de abril de 2011

Competencia

"Oposición o rivalidad entre dos o más que aspiran a obtener la misma cosa." RAE

El descredito en que ha caido el ego, se debe principalmente a los abusos y excesos del espíritu de competencia, cuyo emblema se opone a la solidaridad. Bajo ese contexto, el ser humano necesita satisfacer sus necesidades personales de apropiacion. Para sentirse propio, nos dicen los que defienden el valor de la propiedad privada en los procesos de competencia, debe el ego apropiarse y asegurarse un bocado que lo alimento, y un techo que lo abrige y guarezca, en su lucha contra lo otros que desean lo mismo que él. Sin embargo, el ser humano es capaz de compartirlo casi todo, incluso a sus parejas sexuales. Hay quienes argumentan que al menos la intimidad amorosa no se comparte. Algunas parejas, sin embargo, nos demuestran que sí, que sí se puede, pero en secreto, y jugando deshonestamente con la ignorancia del otro, es decir, con hipocresia. Se practica la heterosecualidad monogama con felonia e hipocresia. Ahora bien, hay evidencias para creer que tambien existen formas honestas de compartir incluso la intimidad amorosa con otro. De dónde nos viene la creencia de ser unicos e irrepetibles para el amor y la satisfaccion de nuestra pareja? No es esa creencia una forma infundada para los atropellos del ego en contra de la libertad?

Identificamos en la familia edípica principalmente dos funciones para la protección: una materna y otra paterna. La primera nos da afecto carnal, una encarnacion material del placer, la segunda, un nombre simbólico, la abstracción de origen y un sentido de pertenencia, una conexion metafisica con nuestro ser. Los monogamos, dicen que lo mejor es encontrar ambas virtudes amorosas en una sola, pero eso en la practica es muy dificil. No digo que sea imposible, pero al menos es dificil. Tampoco creo que sea fácil superar la barrera del tiempo que impone la crianza de los hijos. Si se supera y el deseo se conserva y concentra todavia en una persona, es para los aplausos, pero esta no es la generalidad ni debe imponerse como tal. Cada cual debe seguir sus propios ritmos y su propia ideologia con honestidad. No creo que sea sano imponerse la monogamia ni el sentido absolutista y hereditario de la propiedad privada.

Competir engrandece al ego. En el triunfo, le proporciona confianza, en la derrota, elasticidad para su progreso. De esta forma, si las reglas de competencia son aceptadas como igualitarias para los contendores, el problema no son las competencias ni el ego en sí sino el exceso y los medios con que el ser humano pretende alcanzar sus objetivos: la alegría éxitista, la competencia desleal, la destructividad explotadora. Echemosle la culpa a esas falencias, no a la competencia. Tampoco nos tenemos que ensañar con el ego: gracias a él estamos vivos, tenemos un centro indivisible y gozamos de voluntad.

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