LA forma bruta del amor es la pasión. La pasión es el cuerpo energético apoderándose del yo para desalojarlo, hedónicamente y masoquistamente. Una forma sublime para ese proceso carnal, es el amor hacia un ideal elevadísimo que nos acerca a la fusión protectora de una diada.
La pasión por sí sola mueve primeramente a la amistad o la enemistad, pero nunca a la indiferencia.
Cuando el yo solidariza con otro y lo aproxima en confiabilidad, lo va ganando como amigo. Lo próximo que le otorga el amiga le beneficia y enriquece la intimidad, su relación con lo cercano.
El vínculo que tenemos con la sociedad completa y anónima, es decir, con su idea, no puede ser de amistad ni amor, pues tanto la amistad como el amor exigen cierto grado de intimidad con un prójimo. Lo prójimo es excluyente de lo lejano y lo anónimo, y por lo tanto, excluyente de la numerosidad que define a la sociedad completa. Podemos amar una idea de ser humano en ese vínculo, pero no a cada ser humano particular y próximo. El amor a la idea es el amor a lo lejano.
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Si existe una demanda de amor y de amistad del ser humano y de lo Otro religioso-político, el comercio atiende esa demanda sugiriendo satisfacerla por medio de una Oferta
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