"por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa"
Si pensamos que somos culpables por todo y por todos nos volvemos locos. No podrìamos disfrutar ni un àpice de la vida si nos sentimos culpables por todo y por todos. Tendrìamos que reducir nuestro deseo a 0, y eso es imposible. Hasta la forma màs elemental de vida desea algo, y para ello, debe moverse, y de una u otra forma, agredir, destruir, sobrevivir. Al comer, destruimos el alimento para incorporarlo a nuestro organismo. Si no comemos, morimos. Si levantamos una casa, cavamos un lugar, desplazamos tierra y piedras donde viven gusanos, hormigas, árboles, arbustos, etc. Nos apropiamos de su lugar destruyendolo. Si no tenemos con qué alimentarnos, nos apropiamos de sus cuerpos para comerlos. Destruir y agredir es una actividad intrínseca y necesaria del ser vivo: negarla, es una forma de hipocresía y de mal formación mental que tiene sus repercusiones en la salud. La vida es fuente de amor, protección, creación, pero ninguna de esas características es concebible ni siquiera pensable si no se odia, rechaza o destruye aquello que nos amenaza, restringe o necesitamos consumir.
Por mi culpa, por mi gran culpa: me miento a mi mismo de que eso es una mentira de depredadores malignos, me dejo seducir por una ideologìa ultramundana. Los ideales cumplen una función específica: guiar el camino hacia la satisfacción. En ellos se conciben las formas, siendo la conciencia la que discierne, las identifica y separa, siguiendo obviamente a "la mejor". Pero lo mejor es subjetivo. Hay elecciones e identificaciones que se realizan de manera inconsciente y no de la "mejor manera", independiente de cuales sean las condiciones para esa mejor manera. Estas elecciones e identificaciones tampoco son siempre correctas ni placenteras. Nos proporcionan algun beneficio inmediato o nos prometen un beneficio postrero, pero en definitiva, al escoger la vía más fácil e intrépida para defenderse, el psiquismo se desgarra. Negamos las culpas negando nuestra naturaleza agresiva, o bien, negamos que la persona amada tenga la capacidad de odiarnos y hacernos el mal. Negamos ambas situaciones, como maníacos y melancólicos respectivamente, no pudiendo elaborar la culpa (ya sea propia o del otro). El yo se desgarra por esta culpa, que entonces se vuelve inconsciente y desmedidamente agresiva (contra los demás o contra uno mismo).
Cierto que el remordimiento y la culpa tienen una función social: transformar los castigos de la realidad en castigos psíquicos. Si no fuera por la culpa, dificilmente existiría la compasión. La culpa, regula la descarga de las agresiones, y es natural que así sea. Por ejemplo, si los animales nos conmueven, y vemos que podemos comer vegetales en vez de animales, nos sentiremos culpables si los comemos. Negando que tras ese pedazo de carne que me como existía un animal tranquilizo mi conciencia, pero el yo se vuelve, por decirlo poco, resquebradizo. Negando a la conciencia el saber de lo que está más allá del placer inmediato, callamos el peligro pero lo trasladamos a otra instancia. El yo se vuelve frágil y a ratos se angustia sin saber por qué. El peligro persiste y la inconsistencia moral también sin que el sujeto lo sepa. Lo mismo con la sexualidad. Hay veces en que una abstención nos priva de algo placentero: esa privación puede tener un sentido profundo y verdadero, claro que sí, como por ejemplo, buscar una conexión más desinteresada y amistosa con la persona. Hay quienes eligen en cambio, la vida de los protocolos y las apariencias para escindirse; llevan por decirlo así, una vida correcta, pero desalojan esa rectitud cuando pueden para ser tomados temporalmente por un demonio que sus memorias, registran con precariedad. Otro ejemplo: el inversionista desmedido y avasallador, que mueve industrias contaminantes y no se detiene con tal de acrecentar su satisfaccion personal aunque tenga incorporada la culpa en su psiquismo, pero se desgarra inconscientemente. Al inversionista no le queda otra que ponerse una venda en los ojos y negar los peligros de sus agresiones, y solo cuando la realidad lo castiga (con un cancer por ejemplo), toma conciencia de aquello que negaba, pero pasandose al otro polo, al de la culpa extrema o a la melancolía y muy pocas veces al equilibrio. Transforma de este modo el castigo externo en culpa. La culpa en las personas negadoras, en efecto, tiene otra resonancia que en las personas ambivalentes y neuróticas. Una característica esencial y diferenciadora de los negadores es que son regresivos. Los neuróticos presentan también un conflicto de ambivalencia y de pérdida, y niegan y escinden parte de su realidad para salvarse de un estímulo displacentero, pero lo que no llegan a hacer con tanta eficacia, es regresionar y fijarse a una forma narcisista de negación (ya sea culpando a los otros o culpandose a si mismo en forma desmedida). Hay en estas personas un sesgo perverso que conviene analizar en otro momento, aunque cabe destacar que igualmente, en ellos se presenta un conflicto de ambivalencia que los acerca más a la neurosis.
Somos parte de una cadena de causas y efectos: la culpa y la escición(a través del miedo, la angustia y la agresión) y la autoafirmación (a través de la confianza, la serenidad y la creatividad) son esenciales para el funcionamiento armónico del todo. La culpa y la escición, sin embargo, son motivos de conflictos internos para quienes no entienden su sentido defensivo. En efecto, la realidad exige que tengamos defensas; de otra manera: nos morimos o nos dejamos morir. Esas defensas pueden transformarse en verdaderos ataques a la realidad externa e interna, y en el peor de los casos, en sanguinarias guerras. También pueden evadirnos y pintarnos una realidad de fantasía (tal es el caso de la negación como una forma más elaborada de escición).
Del lado de la afirmación, nos entregamos a la realidad con confianza para sentir su gracia, o un espiritu solidario y amoroso que nos quiere con bondad. Entregamos a la realidad el mismo impulso creador y protector, desinteresadamente, y nos disculpamos por nuestras faltas. Pero hay quienes no se disculpan nunca y niegan que sus satisfacciones puedan agredir a los demás. Hay otros que se disculpan en demasía y no hacen nada para cambiar. Hay algo perversillo en estos personajes, pero no llegan a serlo porque no existe en estas personas un saber que se ponga con claridad al servicio del placer. Quizás hay un grado de bipolaridad: en la manía, expresándose sádicamente con la realidad, y en la melancolía, mostrándose sumiso y masoquista, o invirtiendo el sadismo que antes utilizaba para gozar agrediendo a la realidad sobre si mismo. Hay un caso paradigmatico de bipolaridad perversa que me gustaría citar. Este es el caso de un personaje de Dostoievski, que se expresa la mayor parte del tiempo como un maníaco, pero que en realidad es un perverso porque apenas tiene una conciencia genuina de culpa sobre sus transgresiones morales.
La culpa, cuando conduce al yo a buscar responsabilidades en cadenas o series causales que exceden el poder de su voluntad, y donde sus acciones e intenciones son eslabones, y no el alfa y el omega de la realidad, encuentra en los autoreproches algo màs que un castigo. Freud, en su escrito "Duelo y Melancolía" nos da las pistas de esta dinámica extraña que hoy día llamamos bipolaridad. Motivado por una satisfacción narcisista, el yo niega la realidad ambivalente de su objeto amado, niega la ambivalencia de ser bueno y malo, situacion que de todas formas permanece latente, porque el objeto ha sido incorporado narcisistamente a la identidad. El yo se ha identificado con el objeto, o lo que es lo mismo, la sombra del objeto ha caído sobre el yo.
Cuando se niega la realidad de la persona amada, se la escinde de las virtudes que alguna vez crearon el lazo afectivo hacia ella. Se niega su realidad amorosa para satisfacer los impulsos inmediatos, transgrediendo la confianza de esos lazos amorosos a través de la negación. Pero como la persona no es psicótica, y puede discernir todavía entre lo bueno y lo malo, aplica la escición para situaciones muy particulares de su existencia, en las que no se quiere ver privado de satisfacción, y a costa incluso de destruir a su objeto amado (aquello que a largo plazo le puede proteger). La negación y la escición operan en este primer momento de un modo maníaco. Es muy común entre los obsesivos salvar una apariencia rígida y correcta simultánea a un goce perverso, donde el yo es exculpado, como si el ello tuviese su propia identidad. Pero ya sabemos que tanto en los maníacos como en los obsesivos existe a la base un conflicto de ambivalencia. Ya veremos la diferencia entre uno y otro. Freud nos dice: "todo esto ha de tener un costo; este éxito (de la negación) se logra a costa de un desgarrón del yo que nunca se cura, sino que se profundiza con el paso del tiempo."
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"al principio existia una eleccion de objeto, osea, enlace de libido a otra persona. Por la influencia de una ofensa real o de un desengaño, inferido por la persona amada, surge una conmocion de esta relacion objetal: el sujeto sustrae la libido de este objeto y lo desplaza hacia uno nuevo, sino otro muy distinto, que parece exigir varias condiciones para su genesis. La carga del objeto demuestra tener poca fuerza de resistencia y queda abandonada; pero la libido libre no es desplazada hacia otro objeto, sino retraida al yo, y encuentra en esta una aplicacion determinada, servir para establecer una identificacion del yo con el objeto abandonado... la sombra del objeto cae sobre el yo"
"la eleccion de objeto fue narcisisita (Rank)... la identificacion narcisista se convierte en un sustituto de la carga erotica, a consecuancia de lo cual, no puede abandonarse la carga erotica, a pesar del conflicto con la persona amada."
"en el suicidio y en el enamoramiento queda el sujeto dominado por el objeto."
"ofensa, postergacion y desengaño, intensifican la ambivalencia."
"ningun neurotico experimenta impulsos al suicidio que no sean impulsos homicidas, orientados primero hacia otras personas y vueltos luego contra el yo, pero seguimos sin comprender por medio de que juego de fuerzas podian convertirse tales impulsos en actos."
"la peculiarida mas singular de la melancolia es su tendencia a transformarse en manìa, osea, en un estado sintomaticamente opuesto. Sin embargo, no toda melancolia sufre esta transformacion. Algunos casos no pasan de recidivas periodicas, cuyos intervalos muesrtan cuanto mas un ligerisimo matiz de mania. Otros presentan aquella alternativa regular de fases melancolicas y maniacas, que constituyen la locura ciclica.... estamos pues, obligados a extender nuestra explicacion analitica de la melancolia a la manìa."
"la intoxicacion alcoholica pertenece a la misma clase de estados... por toxinas, hay una suspension del gasto en energia de represion."
"el maniaco nos evidencia su emancipacion del objeto que le hizo sufrir, emprendiendo con hambre voraz nuevas cargas de objeto."
"el amor narcisista elude su extincion refugiandose en el yo."
"De las tres premisas de la melancolia, la perdida del objeto, la ambivalencia y la regresion de la libido al yo, volvemos a hallar las dos primeras en los reproches obsesivos consecutivos a la muerte de una persona. En este caso, la ambivalencia constituye incuestionablemente el motor del conflicto, y comprobamos que acabado el mismo, no surge el menor indicio de triunfo en el estado de manìa... el tercer factor es el unico eficaz (en la formacion de la manìa)"
"Duelo y melancolía" Freud
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Tan narcisista es la energia que lleva al sujeto a amar al objeto, que cuando lo desprecia, este amor narcisista vuelve al yo como identificacion objetal. Solo le queda al sujeto la nocion narcisista de que él es el responsable del odio que destruye al objeto: tan poderosa y egocentrica es su energia que no puede ver que hayan otras determinaciones fuera de sí. Su amor y su agresión son proyecciones y regresiones de su energía yoica.
Queda dicho que el obsesivo solo vive el conflicto de ambivalencia a partir de la perdida de un objeto, pero no regresa su libido al yo. El sujeto melancólico, en cambio, encuentra en sus reproches una satisfacción masoquista, autoagrediéndose como si su yo fuera el objeto odiado. Lo único que el melancolico puede saber es que él es muy importante, porque asì como quiso desafectarse del objeto para lograr una satisfaccion, tambièn él es muy importante al momento de la desafeccion amorosa. Solo con un castigo real (de la perdida) convierte el maníaco la perdida del objeto amado en un castigo superyoico. No hay oidos para escuchar a la persona real y solo oidos para escuchar lo que el objeto de la satisfaccion reclama en cuanto proyeccion narcisista; tan solo hay culpas que responden a voces autorreferentes. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
El perverso niega la culpa y la ambivalencia. El perverso no parece utilizar la negación sino más bien la denegación, que es algo más extremo y conciente que la negación; es perfectamente conciente del peligro, pero lo deniega encontrando un saber para subvertir su poder; deniega porque no concede lo que se le solicita; el negador de alguna forma sí concede un valor al peligro, porque cuando persiste en seguir con sus satisfaccion, se escinde y siente culpable a nivel inconsciente. El perverso en cambio es un rebelde que "sabe" lo que hace. Ciertos grados de bipolaridad llegan a este extremo, y seguramente, todos los niños han pasado por esta etapa de denegación, encontrando en ciertos objetos de la realidad un fetiche que los salva de la castración.
Si la agresividad y el narcisismo del ello son muy elevados, y simultaneamente, el amor y la autonegacion tienen un lugar superyoico importante, el yo cae en un conflicto de ambivalencia. El perverso niega la posibilidad de ser castrado por una autoridad, porque en él no se desarrolla este conflicto amoroso. El melancólico, por su parte, niega que el otro sea responsable de la castracion o que pueda producirla porque no quiere renunciar al placer, pero de todas formas, teme a la castración. Freud señala al respecto: "las dos partes en conflicto reciben lo suyo: al instinto se le permite seguir con la satisfacción y a la realidad se le muestra el respeto debido"
"Un niño, cuando tenía 3 años, llegó a conocer los genitales femeninos cuando fue seducido por una niña mayor que él. Después que estas relaciones quedaron rotas, continuó la estimulación sexual practicando con celo la masturbación manual; pero fue pronto sorprendido en esto por su enérgica niñera y amenazado con la castración, cuya práctica fue atribuida, como de costumbre, al padre. Así, se hallaban presentes en este caso las condiciones calculadas para producir un tremendo susto... el resultado habitual es que el niño obedezca la prohibición, o bien completamente, o por lo menos en parte (es decir, no continúa tocando sus genitales)... sin embargo, podemos aceptar, que nuestro paciente sigue otro camino. Creó un sustituto para el pene que echaba de menos en las hembras; es decir, un fetiche. Haciéndolo así es verdad que negaba la realidad, pero había salvado su propio pene. En tanto no se veía obligado a reconocer que las mujeres habían perdido su pene, no tenía necesidad de creer la amenaza que se le había formulado: no tenía que temer por su propio pene y así podía seguir tranquilamente con su masturbación. Esta conducta nos llama la atención porque es un rechazo de la realidad, un procedimiento que preferimos reservar a la psicosis. Y en la práctica no es muy diferente. Pero detendremos nuestro juicio, porque en una inspección más detenida descubriremos una diferencia importante. El niño no contradijo simplemente sus percepciones y creó la alucinación de un pene donde no lo había; solo realizó un desplazamiento de valores: transfirió la importancia del pene a otr parte del cuerpo, un procedimiento en el que fue ayudado por el mecanismo de la regresión... desarrollando un intenso temor a que su padre le castigara."
Si la agresividad no encuentra caminos para la descarga, existe un reservorio en la inconsciencia que sí està dispuesto a hacerse cargo de ella: el superyò. El superyó también se hace cargo de nuestros temores, pues en él se identifican los castigos correspondientes para cada exceso. Si a la base existe un conflicto de ambivalencia con dicha autoridad y un amor narcisista (que busca principalmente placer) en vez de un amor objetal, ocurre que lo negado regresa al yo bajo una forma inconsciente.
Lo malo que nos producia el objeto amado es opacado por una imagen grandiosa, proyectada desde el superyo y un amor narcisista que solo quiere rendirle tributos a un ideal dionisiaco, incorporado al superyó bajo la forma de un yo ideal. El yo, sin embargo, lo quiera o no, por un conflicto de ambivalencia, tiene a una parte del objeto odiado dentro de sì. Se identifica al agresor (hay tambièn una identificacion al agresor perversa) porque el superyò toma la energìa y las representaciones negativas de las que el yo no querìa hacerse cargo pero de las que se siente respondable, descargandola en los objetos de identificacion yoica asociados a al objeto malo, inaccesibles entonces para la conciencia. Resultado final: el superyò descarga toda la furia que se tenia por el objeto de un modo inconsciente sobre el yo. El autorreproche marca la medida de sus pasos melancólicos. El yo se vuelve el objeto de las agresiones superyoicas, sin que el sujeto sepa las verdaderas razones de ello. El yo se transforma en un objeto masoquista y el superyo en su agresor.
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"para la relacion superficial entre el yo y el exterior sirve la distincion conciente y preconciente. Para los procesos internos y profundos, se añade en cambio la dinámica del superyó, es decir, como atoridad ideal que reprime el placer espontaneo, pero que nos salva del panico, del caos, pues su jeraarquia nos da seguridad... de esta situacion solo puede surgir la ambivalencia de una deuda y una rebeldia."
"el superyo por tanto, puede arrogarse la representacion represora del ello en el yo. Penetra en el ello, pero se halla mas alejado de la conciencia que el yo"
"hay personas que reaccionan contra el proceso de la cura, sustraida en la resistencia la rebeldia contra el medico, nos encontramos con un problema de orden moral, de una culpabilidad que encuentra goce en la enfermedad... pero este sentimiento de culpabilidad permanece mudo en el enfermo, como las moscas merodeando el cadaver y que nos impiden ver la sepultura. Este sentimiento de culpabilidad se manifiesta entonces como resistencia"
* las iras del superyo, en el melancolico, son acogidas por el yo. En la obsesion, el yo se revela disociado. Convive en él la racionalidad extrema con la irracionalidad compulsiva. El histerico, por su parte, somatiza esta escición. El maníaco la niega. El fobico la condensa. El perverso maniaco, la deniega para satisfacerse. El esquizofrenico la forcluye u olvida, la dispersa en el todo amorfo de sus asociaciones.
"el yo histerico se defiende de la pena y las criticas del superyo, no consiguiendo el yo sino, mantener a distancia el material al cual se refiere el sentimiento de culpabilidad a través de la somatizacion o la paralisis motriz."
"el instinto de destruccion aparenta abrigar la intencion de destruir al objeto. Estas tendencias no son acogidas por el yo, que se defiende contra ellas por medio de formaciones reactivas y con medidas de precaucion, forzandolas a permanecer en el Ello. El superyo se conduce en cambio, como si el yo fuera responsable de ellas, lo cual redunda en un sistematico martirio para el yo enfermo"
" la desexualizacion de nuestras identificaciones trae consigo una disociacion. el componente erotico, queda despojado, una vez realizada la sublimacion, de la energia necesaria para encadenar toda la destruccion agregada, y se libera en calidad de tendencia a la agresion y la destruccion. De esta disociacion extraeria el ideal el deber imperativo, riguroso y cruel."
"en la neurosis obsesivas ocurre una regresion en el ello, extendiendose al superyo, quien intensificaria entonces su agresividad contra el yo inocente"
" el psicoanalisis es una herramienta que ha de facilitar al yo la progresiva conquista del ello, conociendo las condiciones del ideal"
"el yo esta sometido al mundo exterior, la libido del ello y el idel del yo del superyo"
"el yo es la verdadera residencia de la angustia. Amenazado por tres peligros distintos, el yo se fuga, retirando su libido de la carga erotica que nos amenaza pero emitiendola en calidad de angustia -en carencia de un objeto. Esta reaccion luego es sustituida por el establecimiento de cargas de proteccion (mecanismos de las fobias)
"aquel ser superior que nos da el ideal para la satisfaccion del ello, tambien nos amenaza con la castracion."
"la angustia de muerte se sucita entre el yo y el superyo: como proceso externo(ante una amenaza traumante) y como proceso interno (o melancolia), porque en vez de sentirse el yo amado por el superyo, se siente odiado por él"
"El yo y el ello". Freud
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Para muchas cosas no somos màs que un humilde eslabòn (de causas y efectos) y no el centro del universo. Si desaparece alguien que amamos no somos los únicos culpables. Y si de alguna forma lo fueramos, de nada nos sirve culparnos, una y otra vez, como si quisieramos satisfacer el sadismo y la venganza de los demas en nosotros a traves del remoridimiento y la melancolia; mientras el sujeto se siga reconociendo culpable, seguirà negando la responsabilidad de los otros para provocar la castracion, el desamparo infantil que una vez sufrió con angustia.
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