* Lo que un individuo solicita de un Otro primordial, es protección, cuidado, satisfacción. La protección y el cuidado son prácticamente lo mismo y tienden a asociarse mayormente al amor que la satisfacción. Para ejemplificar aquello, se pueden nombrar muchos casos en los que individuos embargados por el sentimiento amoroso, resisten el hambre, el frío y la fatiga. Evidentemente, esto tiene un límite; en algún punto el individuo precisa comer/vomitar, descansar/agitarse y abrigarse/refrescarse. Ahora bien, parece legítimo pensar que el que ama y es correspondido en su amor, es capaz de resistir mucho más tiempo, y de mejor forma, la carencia de esos pertrechos -si es que el que le ama al menos lo protege simbólicamente. Hay un sentido más prospectivo en la protección, que en la satisfacción de la necesidad. A esa situación de protección la solemos llamar amor y a la segunda placer... ahora bien, la satisfacción de las necesidades, no son acaso formas de protección? Lo son, pero de un modo secundario, porque lo que prevalece en el amor es la demanda de una presencia más que la satisfacción de una necesidad particular. A este tipo de amor lo representa muy bien el amor filial: de los verdaderos amigos y de los parientes. De ellos, no se espera más que su atención, es decir, su cariño bajo la forma de una presencia (física y metafísica). Hemos de llamar a este tipo de amor, por lo tanto, "Amor Presencial". Este es el único amor que no es excluyente con los demás porque puede aparecer bajo diferentes formas y en distintos contextos. Es solo excluyente con el amor intelectual y con el amor hedonista, porque el primero es contrario a la seguridad que genera la persistencia del ser amado en su subjetividad emocional (el exceso de razón en ese sentido mata al corazón, lo esteriliza); el segundo, porque el placer es coyuntural, es decir, contrario a la sensación de abrigo que trasciende los momentos (constancia objetal). No representa esta condición amorosa, justificada en la persistencia y en la seguridad, también un tipo de satisfacción más como las del cuerpo? ciertamente, pero con la particularidad de que esta satisfaccion trasciende las coyunturas, moviendose más bien en un nivel metafísico: psicológico, emocional y espiritual.
* El que demanda amor lo hace pensando en su protección personal. Si en esa busqueda de protección, placer o de identificacion emocional (cercano al transitivismo de los bebés) el sujeto se enamorisca de su pareja, la situación estable y de seguridad que se describía anteriormente se altera sustancialmente. El sujeto se enfrascará en cambio en alguna de sus tendencias o facultades amatorias (emocional o genital) para apropiarse del otro y encontrar en ello satisfacción; se pierde en esta transaccion el equilibrio que facilita la constancia y la seguridad de los amantes porque se carece de una consideración racional con el otro. Cierto que las personas muy juiciosas pecan de falso amor; el que ama genuinamente no llega a comerse al otro (intelectual, emocional y genitalmente) hasta destruirlo. El que ama inclinado excesivamente hacia sus caprichos crearpa una fuerza obsesiva que mecanizará una tendenciosidad bipolar; un sujeto así dispuesto, en su desesperación, correrá el peligro de tragarse al otro como si este fuese un objeto del mero consumo; se consumen las identificaciones y se descargan los deshechos como enfermedad y el amor como satisfaccion de dominio sobre el otro; el que ama inclinado unicamente hacia la emocionalidad lo hará buscando fagocitar al otro en el corazón; desde la sexualidad lo hará con la transacción genética (y de los distintos órganos de los que se vale para conseguir sus metas); desde el intelecto, desde alguna superestructura mental. El individuo es cegado de este modo, en sus posibilidades de proteger al otro y a si mismo, atado a la fuerza de su tendenciosidad obsesiva, y de su deseperado anhelo de control o evitación de su propia soledad. El que se identifica obsesivamente, sin un sesgo racional justo que lo equilibre, termina por engullirse al otro de manera tendenciosa. Es cierto que la persona enamorada también es presa de obsesiones tendenciosas que rompen el equilibrio, que irrumpen la homeostasis cotidiana, pero lo que diferencia a un sujeto enamorado de uno enamoriscado, es una predisposion de seguridad monopolar, una consideración emocional con el otro dialectizada por la razón, pero que encuentra seguridad en un terreno comun; el enamorado "busca" sin engullir: pide sin imponer y desea sin destruir. Hay en esto un problema psicológico referente a la capacidad de tolerar la frustracion (que produce la independencia del otro y sus negativas) digna de otro analisis (más fecundo que el que aqui se presenta). Se puede concluir de lo anterior que el enamorado logra resistir los rechazos o la no consecusión de sus fines gracias a un uso de razón justo, que logra equilibrar, combinar e incluso fundir los tres elementos de su actitud amatoria (la razón, el corazón y la genitalidad), subsanando a su vez la tendenciosidad de sus fantasías, que para los efectos del caso, resultan inocuas: fertiles para la creatividad y la estimulacion vital. Los peligros del romanticismo, propios del enamoramiento, generan nada más que los vértigos propios de lo incierto y no llegan a trasgredir per se, la autoestima y los buenos sentimientos hacia lo semejante.
* Hay quienes se ponen del polo hedonista. El amor que prodigan es libre porque no se compromete: su sentido de protección es nada más que pasajero, coyuntural, ligado a la satisfacción. Es legítimo hablar de amor en esos términos o no es más bien un tipo de apego posmoderno en el que el individuo se protege del otro (de su mal: su indiferencia, sus críticas, sus demandas) para experimentar un placer nada más que momentáneo y conviviente de conquistas secretas? si su momentaneidad le resta persistencia, es en cambio mucho más eficaz, potente, intenso, justamente por el sesgo impersonal por el que se guia. El romanticismo se extiende, en el que ama hedónicamente, a algunas o varias conquistas, dependiendo del grado de histeriquismo (don Juanismo) de su actitud. Un amor de ese tipo no puede ser más que superficial en cuanto a las exigencias de personalismo que su protección moral exige pero profundo en cuanto a la conexión vital del sujeto con las necesidades del cuerpo. Quizás este sea otro tipo de enamoriscamiento más: seguramente; también presenta los rasgos delirantes (las idealizaciones) de los enamoriscamientos antes mencionados, sin embargo, aquello es nada más que pasajero; un amor hedonista se diferencia de la enamoriscación por su momentaneidad y la multiplicidad de conquistas (opuesta a la obsesión monógama) sobre la que reposa su regocijo. Un amor de este tipo, hay que advertirlo, se expone a los peligros de la inestabilidad y de la indignación del otro ante sus deslices.
* Hay otro tipo de amor cercano a la identificación intelectual. Este es muy comun en los amigos pero también se sucita a nivel de pareja. Si la persona es muy juiciosa, el amante será incapaz de conectarse con su cuerpo. Cuando el juicioso debe rendir o satisfacer al otro emocional o genitalmente, puede padecer los más diversos síntomas, antes, durante y después del acto, de aquello que se le exige como prueba de amor. Esto, a su vez, puede provocar una retroalimentación negativa con el ser amado que impedirá el relajo y la satisfacción de ambos, todo lo cual, redunda finalmente en un amor menoscabado por la anorgasmia, la eyaculación precoz, las alergias, la impotencia, etc. Ahora bien, muchos homosexuales y gente rígidizada practican este amor sin ninguno de los síntomas antes mencionados; para ello, sin embargo, deben satisfacer sus necesidades emocionales y genitales -obturadas por el intelecto- por vias alternativas.
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