jueves, 23 de septiembre de 2010

Comunismo: una Utopía?

Siguiendo la línea teórica trazada por Adam Smith en su libro “La riqueza de las naciones”, Marx y Engels analizan los mecanismos del mercado capitalista en su "Manifiesto Comunista". A diferencia de Smith, Marx extiende su análisis más allá de los mecanismos con los cuales el mercado capitalista se hace posible. La pregunta de Marx va dirigida hacia la clase beneficiada por esos mecanismo y hacia la supuesta legitimidad con la que una clase explota a otra en el control de las riquezas. Marx pone el acento en la lucha de clases que ello suscita, pero sobre una base materialista; esta condición de lucha entre clases por la riqueza y el estatus social, es el sustento real de toda ideología posible que a su vez garantiza conceptualmente la explotación de una clase sobre otra. En ese sentido, el Manifiesto Comunista ofrece algunas alternativas prácticas para una constitución más equitativa de los mercados. Ofrece asimismo algunas contradicciones y algunos excesos que el devenir histórico se ha encargado de revelar.

Si antes los patronos lograban gobernar en la indiferencia absoluta acerca de los problemas que pudieron tener sus obreros, constatamos hoy en día que gracias al desarrollo de las comunicaciones los patronos son impelidos a hacerse cargo de sus demandas. La clase oligarca ha debido recoger la crítica de Smith incorporando una nueva forma de relacionarse con el proletariado: la persuasión mediática de unos pocos sobre la mayoría gracias a la simpatía. Gracias a ello, la imagen corporativa de una empresa puede identificar al empleador con sus empleados, y viceversa, a los empleados al empleador; los beneficios saltan a la vista, pero también sus limitaciones y peligros: en el contexto engañoso de la publicidad y del manejo subliminal de la información, la simpatía puede ser utilizada como una nueva forma de explotación.

La conectividad se transformò de pronto en algo casi tan esencial como la comida. Las oligocracias mundiales pueden hoy en día gobernar un amplio mercado y someterlo a la superproducción de sus industrias gracias a los medios de comunicacion. “Se ha debido cursar entonces un proceso en el que el mercado de China y de las Indias orientales, la colonización de América, el intercambio con las colonias, el incremento de los medios de cambio y de las mercaderías en general, dieron al comercio, a la navegación, a la industria, un empuje jamás conocido.” La apertura de los mercados a la competencia internacional significa en ese sentido, para la situación obrera, el aumento de su explotación.

En relación a dicha apertura, Marx señala que el capitalismo ha sabido adaptarse a las necesidades y a la ambición de una clase minoritaria pero poderosa, que supo aprovechar el debilitamiento de los feudos. "De los siervos de la gleba de la Edad Media surgieron los “villanos” de las primeras ciudades; estos villanos fueron el germen de donde brotaron los primeros elementos de la burguesía..." . El régimen feudal dio paso al trabajo gremial, pero este a su vez, con el crecimiento paulatino de las ciudades, no pudo ya cubrir sus demandas; la apertura de los mercados al colonialismo junto con el desarrollo de la ciencia y el humanismo, permitieron abrir nuevos horizontes comerciales para la nueva clase burguesa que crecía en la ciudad. A la posición social que tenían estos pequeños comerciantes villanos, la vino a reemplazar una clase dedicada al dominio de la manufactura industrial. Sólo en a finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, la máquina a vapor y el ferrocarril permitieron ampliar las redes comerciales de los magnates dueños de las industrias, de los grandes propietarios, que de ese modo, vieron incrementar su poder. A medida que la ciencia y las ciudades crecieron, se necesitaron nuevas formas de abastecimiento y de explotación de una clase sobre la otra. Los encargados de las grandes industrias, con la incorporación de nueva tecnología utilitaria y militar, lograron obtener irracionales fortunas y poder sobre los demás poderes del Estado. El ejercicio de la oligocracia, en consecuencia, va de la mano de un poder político y marcial que lo ideologice y promueva bajo el supuesto bienestar de la mayoría. Estos magnates, con el crecimiento de las ciudades, llevaron de ese modo sus industrias a un estado de superproducción en el que el excedente de trabajo no es retribuido a su ejecutor y en donde la mercancía superproducida debe crear y perpetuar lazos de unión y abuso del consumidor con dicha mercancía- las liquidaciones son un buen ejemplo de ello.

“A cada etapa de avance recorrida por la burguesía corresponde una nueva etapa de progreso político y se conquista la hegemonía política; se crea el moderno Estado representativo. Hoy, el Poder público viene a ser, pura y simplemente, el Consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa." Ante esta situación de dominio, Marx propone la destrucción de dicho sistema para reemplazarlo por uno comunista. El comunismo de Marx ataca en ese sentido al pensamiento burgués en su raíz, pretendiendo eliminar toda la superestructura ideológica que legitima su poder; busca abolir todos los derechos de la oligocracia sobre la propiedad privada, la riqueza y la mayoría proletariada. ¿Ha sido esto posible en el transcurso de los años? o ¿no es más bien el comunismo al igual que el capitalismo una forma en la que unos pocos se benefician a costa del trabajo de la mayoría?

Si seguimos la descripción Marxista de la evolución capitalista, el burgués y el propietario noble, logra apropiarse legalmente de la riqueza por leyes que son creadas y defendidas para su servicio y no para fines justos al bien común. En el Manifiesto, se dice que esta apropiación es ilegítima porque atenta contra el sentido comunitario de lo que debiese ser un Estado. Los mecanismos de los que se vale el capitalista son, en dicha lógica, el derecho a la propiedad privada, la apropiación del excedente del trabajo del que, persuadido de no haber otra forma, deposita su energía y tiempo en el trabajo de los recursos presentes en la propiedad. De ese modo el trabajador pasa a ser un recurso más dentro de todos los demás enfocados al lucro. El derecho a la herencia y a una educación elitista es otro de los mecanismo con el que el propietario burgués trasciende su estirpe generacional. Para Marx, la clase explotada debe reformar el Estado si desea acabar con esa injusticia.

Señala el autor que el proletariado debe apoderarse del Estado mediante la violencia. La codicia de la fuerza oligarca debe ser combatida por la fuerza. Un Estado comunista de esa índole, solo puede reformar a su gente erradicando a la clase burguesa, persiguiendo a sus ideólogos y poniendo el acento en la educación, en un cambio de mentalidad absoluta. Un régimen aduanero fuerte, es decir, un control estatal severo debe impedir que unos pocos se enriquezcan libremente en detrimento de la mayoría. Pero ¿a dónde van a parar esos impuestos sino a los bolsillos de los gobernantes? ¿es la educación y el cambio de mentalidad una garantía para que el que gobierna no se aproveche de la mayoría? Parece esto posible lejanamente, con un cambio de mentalidad en la educación, pero no mediante la violencia o la represión de un sistema por otro; por lo pronto, la oligocracia no ha desaparecido en ninguna de sus vertientes, sino más bien, se ha perpetuado bajo una forma más abyecta de control. Tampoco se ha solucionado, en los diferentes ensayos políticos del comunismo en la historia, el problema de la superproducción; dondequiera que haya pueblos, habrá un sentido nacional, y donde sea que exista un sentido nacional habrá ambición, voluntad de poder, que buscará de ese modo competir por la riqueza con otros estados, con otros pueblos, con la oligocracia de otras fronteras. Si la oligocracia capitalista amenaza con asesinarse a sí misma en esa escalada de poder, la oligocracia comunista no ha demostrado su contrario. Quizás deban pasar siglos antes de que el comunismo pueda implementarse coherentemente y con un sentido más pacífico que violentista en los pueblos. Lo cierto, es que lo absoluto no puede suprimir la dialéctica materialista con el mismo mecanismo que la sustenta, a saber, la violencia; la clase explotada y la oligocracia se desplaza y no desaparece: cambian los actores pero no la constante lucha por la explotación y el lucro. La competencia internacional por el poder que sostenía antiguamente la oligocracia capitalista se reproduce nuevamente con una oligocracia estatal que busca igualmente alienar el trabajo proletariado adoleciendo igualmente, en el contexto de competitividad y el incremento de la expectativa de vida, del mismo problema de superproducción que adolece el capitalismo. Se puede dar como ejemplo el fuerte desarrollo industrial de China en el siglo XX: la mayor parte de los productos textiles provienen de su industria, etc.

La revolución no soluciona el problema de la explotación del hombre por el hombre. Si en un momento la mano de obra barata son los plebeyos, los siervos de la gleba, en otro son los inmigrantes ilegales, luego los pueblos indígenas, etc. La revolución comunista no acaba con la desigualdad porque no es posible acabar con la ambición humana y la explotación de una clase sobre otra mediante la violencia. ¿Es acaso sensato pensar que una clase deba destruir a la otra para ejercer el absolutismo de su régimen? Por la opulencia del poderoso y la envidia del sometido, parece que no puede ocurrir otra cosa que la identificación del revolucionario a la posición que ocupaba antiguamente su explotador.

Marx señala sobre este respecto: “la clase media industrial hubo de dejar paso a los magnates de la industria, jefes de grandes ejércitos industriales, a los burgueses modernos... los obreros, soldados rasos de la industria, trabajan bajo el mando de toda una jerarquía de sargentos, oficiales y jefes. No son sólo siervos de la burguesía y del Estado burgués, sino que están todos los días y a todas horas bajo el yugo esclavizador de la máquina, del contramaestre, y sobre todo, del industrial burgués dueño de la fábrica. Y este despotismo es tanto más mezquino, más execrable, más indignante, cuanta mayor es la franqueza con que proclama que no tiene otro fin que el lucro." Las críticas de Marx son agudas, pero no se vislumbra cómo el Estado comunista podría superar dichas falencias.

Con el perfeccionamiento del transporte y la tecnificación de la comunicación virtual, el político burgués se vende hoy en día como un artista, e incluso más, como una mercancía; el político hace de su gestión un espectáculo. Gracias a este fenómeno mediático, el proletariado ha podido organizarse con mayor fuerza para pelear por sus derechos, la ley del trabajo fiscaliza hoy con mayor rigurosidad que antes el cumplimiento de horarios y de normas, se ha implementado cada vez con más eficacia la entrega de bonos y premios por tareas cumplidas, y se ha logrado restringir también la explotación de las mujeres y los niños en la producción industrial. La crítica de Marx tiene pleno asidero bajo ese contexto de progreso. Pero, es esto suficiente?

Tomemos como ejemplo los hechos del 73 para decir lo contrario. La lucha contra la opresión burguesa exigía las cabezas de los latifundistas. ¿Cómo se explican entonces las dictaduras de Cuba, China y de Rusia sino es mediante la violencia y la dictadura de unos pocos sobre la mayoría? Si atendemos con justeza lo que ocurrió en nuestro país podemos decir que con la violencia y el resentimiento, se genera una escala de violencia que conduce a la liberación de una clase, nada más que momentánea. Marx supone que “a la vieja sociedad burguesa, con sus clases y sus antagonismos, la sustituirá una asociación en la que el libre desarrollo de cada uno condicione el libre desarrollo de todos.” Y agrega: “los comunistas no tienen por qué guardar encubiertas sus ideas e intenciones. Abiertamente declaran que sus objetivos sólo pueden alcanzarse derrocando por la violencia todo el orden social existente. Tiemblen, si quieren, las clases gobernantes, ante la perspectiva de una revolución comunista.” Volviendo a los hechos del 73, se puede decir que los comunistas, violentados primeramente por la burguesía capitalista, reaccionaron ellos también violentamente ante los capitalistas, expropiándoles sus tierras y deslegitimando su ideología; los capitalistas, a su vez, no contentos con la sublevación, hicieron caer el yugo de todo su poder sobre sus agresores, pero de un modo más violento e incluso sanguinario: con el golpe ("pronunciamiento") militar que todos conocemos. Con ello se reestablecieron los privilegios de la oligocracia capitalista sobre la propiedad privada, se reformó la constitución, se persiguió, torturó y exilio a los comunistas, etc.

La única posibilidad de éxito comunista se lograría por una educación que suprima la ambición explotadora por el lucro y el confort (porque para la obtención del lucro y el confort debe existir ambición y explotación). La creación del Estado comunista sería el desarrollo de una utopía: el derrumbamiento de los poderes alienantes del capital y del desolador individualismo moderno. Sin embargo, con el comunismo, el Estado se transforma en el nuevo dictador de la burguesía; de ese modo, la burguesía (la demanda de confort y la ambición explotadora) no desaparecen con la violencia ni mucho menos con una educación que aliene al sujeto a una nueva superestructura. El derecho a la libertad individual, en ese sentido, nos parece hoy en día algo irrenunciable. ¿Cómo es posible que la clase burguesa sea vencida sin que el vencedor ocupe su lugar?

“La sociedad no puede seguir viviendo bajo el imperio de esa clase; la vida de la burguesía se ha hecho incompatible con la sociedad.” Marx propone la abolición paulatina de la clase política, pero esa abolición, como se dijo anteriormente, es solo aparente. Marx supone que con la destrucción de la burguesía se puede gobernar en función del presente y de la libertad individual. La libertad de ese supuesto se funda únicamente en el sometimiento de las libertades a la superestructura estatal. Pero, ¿en Cuba o China se logró abolir el derecho a la herencia, el principal sustento legal que permite a la burguesía gobernar? Ningún régimen comunista ha logrado suprimir ese derecho. Vemos que un pariente de Fidel lo sucede en el poder, y así sucesivamente, resulta sospechosa la idea de que la clase gobernante, en el supuesto beneficio de la mayoría, renuncie a sus poderes.

En los países comunistas y en algunos países de Europa el acceso a educación de calidad es gratuita y equitativa y no tan elitista como en otras regiones. De ese modo, “la campaña del proletariado contra la burguesía empieza siendo nacional, siendo lógico en ese sentido que el proletariado de cada país ajuste ante todo las cuentas con su propia burguesía.” La explotación del ecosistema se presta como medio añadido a la explotación del proletariado para la superproducción industrial de los estados y los magnates a nivel mundial. La riqueza de los Estados depende en ese sentido, al igual que en el capitalismo, de la explotación de unos sobre otros, y mientras no sea de otra forma, tendremos una constante lucha y una incesante crítica hacia las formas de explotación que se van sucediendo en el tiempo.

“Si por libertad burguesa se entiende la producción, el librecambio y la libertad de comprar y vender” como leyes absolutas, la libertad del comunismo debe entenderse como sumisión y alienación del individuo a los intereses de un estado nacional (y en el futuro, por qué no, a los intereses de un estado transnacional). El comunismo aliena el trabajo del proletariado en nombre del Estado para el enriquecimiento de sus gobernantes al igual que en el capitalismo. El progresismo industrial de los Estados comunistas se constituye en una fuerza mecánica y marcial igualmente alienante que el "liberalismo" capitalista. Quizás, encontrando un punto medio entre el control estatal y la libertad económica se halle alguna solución, pero aunque esto se vaya logrando, persiste la alarma ante un nuevo peligro, a saber, la supresión de las diferencias culturales por la manipulación política de los "medios" junto con la explotación de la biodiversidad por la rapaz vorágine progresista de ambas ideologías. Ni el capitalismo ni el comunismo ofrecen un desarrollo sustentable en el tiempo; solo una gestión ecológica lo permitiría, ¿pero está la oligocracia dispuesta a renunciar a sus privilegios, al confort, el lucro y el control en beneficio de una conciencia planetaria? ¿ Qué debe hacerse para lograr un cambio de mentalidad efectiva?

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