viernes, 8 de octubre de 2010

Sofía Ivanovna

Feodor Pavlovich, después de haberse deshecho del pequeño Mitia contrajo un segundo matrimonio que duró 8 años. Su segunda mujer era también muy joven... Aunque juerguista, borracho y pervertido, no dejaba nunca de ocuparse de la colocacion de su capital, y casi siempre arreglaba bien sus negocios, aunque casi siempre deshonestamente. Sofía Ivanovna, huérfana desde niña, hija de un modesto diácono, se había criado en la opulenta casa de su protectora la viuda del general Vorokof, que la educaba y la hacía desgraciada al mismo tiempo. Ignoro los detalles, únicamente he oído decir que la joven, dulce, paciente y cándida, intentó ahorcarse en la despensa, tan harta estaba de los caprichos y de los eternos reproches de aquella vieja, no mala en el fondo, pero cuya ociosidad la hacían insoportable. Feodor Pavlovich pidió su mano; se informaron acerca de él y fue rechazado. De la misma manera que en su primer matrimonio, le propuso el rapto a la joven huerfana. Seguramente no hubiese sido su mujer si hubiese estado mejor informada sobre él... qué podría comprender una joven de 16 años sino que era mejor arrojarse al agua que vivir con su protectora. Así fue como la infeliz sustituyó a su protectora por un protector. Feodor Pavlovich no recibió ni un centimo, pues la generala, furiosa, no les dio otra cosa que su maldicion. Por otra parte, él no esperaba dinero. La gran belleza de la joven, y sobre todo su candor, le tenían encantado. Él tan voluptuoso, que hasta entonces solo había conocido los encantos groseros, estaba maravillado. "Sus ojos inocentes me traspasan el alma" decía con una sonrisa canallesca. Por otra parte, aquel ser corrompido no podía sentir más que una atracción sensual. Feodor Pavlovich no llegó a reñir con su mujer. Como esta era, por así decirlo, culpable hacia él, porque la había "sacado de la cuerda", aprovechando por otra parte de su cultura y su resignacion ilimitada, tiró por el suelo la más elemental decencia conyugal. Su casa fue el teatro de orgías en las que tomaban parte malas mujeres. Un hecho digno de notar es que el criado Grigori, ser huraño, estupido y testarudo, que detestaba a su primera ama, tomó el partido de la segunda riñendo por ella con su amo de una manera casi intolerable para un criado. Un día llegó hasta arrojar a las doncellas que se divertían en casa de Feodor Pavlovich. Más tarde, la desgraciada joven, aterrorizada desde su infancia, se vio atacada por una enfermedad nerviosa muy frecuente entre los campesinos por la que recibían el nombre de poseídos. Algunas veces, la enferma, victima de terribles crisis de histerismo, perdia la razon. A pesar de ello le dio dos hijos a su marido: el primero, Ivan, al cabo de un año de matrimonio; el segundo, Alexey, tres años más tarde. A su muerte, el joven Alexey tenía 4 años, y por extraño que parezca, recordó a su madre toda su vida como a través de un sueño. Cuando aquella murió, los 2 niños corrieron la misma suerte que el primero: su padre les olvidó, los abandonó totalmente y fueron recogidos por el mismo Grigori en su isba. Allí les encontró la vieja generala, la protectora que había educado a su madre. Vivía todavía, y durante aquellos 8 años no habia desaparecido aun su rencor. Perfectamente al corriente de la vida que llevaba Sofía y enterada de su enfermedad y de los escándalos que aguantaba, les dijo 2 o 3 veces a los parásitos que la rodeaban: "Le está bien empleado, Dios la castiga por su ingratitud". Tres meses después de la muerte de Sofia Ivanovna, la generala apareció en nuestra ciudad y se presentó en casa de Feodor Pavlovich. Su estancia no duró mas de media hora, pero la aprovechó bien. Era por la tarde. Feodor Pavlovich, al que no había visto desde hacía 8 años, etsaba borracho. Dicen que en cuanto ella le vio, y sin explicacion alguna, le dio 2 bofetadas y le tiró 3 veces el pelo. Sin añadir palabra, fue derechamente a la isba donde se encontraban los niños, que no estaban ni limpios ni bien vestidos, al ver lo cual, la irascible vieja dio otra bofetada a Grigori y le dijo que se llevaba a los niños. Tal como estaban, los envolvió en una mantade viaje, los metio en el coche y se marchó. Grigori aguantó la bofetada como buen servidor y se abstuvo de la menor insolencia. Al llevar el coche a la vieja señora le dijo con tono grave, después de haberse inclinado profundamente, que "Dios la recompensaría por su buena acción". "Tú no eres más que un bobo" le gritó ella por toda despedida. Cuando Feodor Pavlovich examinó el asunto se dio por satisfecho y concedió en seguida su consentimiento formal para que los niños se educaran en casa de la generala. Después fue a la ciudad para vanagloriarse por los bofetones recibidos. La generala murió poco tiempo despues; y dejó en su testamento mil rublos a cada uno de los dos pequeño "para su instruccion"; aquel dinero debia invertirse integramente en su provecho, y durar hasta su mayoria de edad, puesto que tal suma era ya bastante para aquellos niños...

Habiendo comprendido por las cartas de Feodor Pavlovuich que no obtendría nada del testamento... se interesó, sin embargo, por los huerfanos, tomandoles gran afecto, particularmente al pequeño.

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