domingo, 5 de diciembre de 2010

Hipocresía

* Carlos Peña:

"...Las sociedades democráticas se caracterizan por admitir convicciones y formas de vida radicalmente distintas unas de otras. Usted admite que su vecino viva y piense distinto de usted y, a cambio, su vecino admite lo mismo. En medio de esa diversidad, la única posibilidad de diálogo y de encuentro es que cada uno deje en las sombras una parte muy importante de lo que piensa y cree. Eso permite que usted y su vecino tengan relaciones cordiales y periféricas. Pero si su vecino, entusiasmado con la virtud de la sinceridad, le dice a usted todo lo que piensa y todo lo que de veras cree, sin ocultarse nada, es probable que su vida se transforme en un infierno. Nadie soporta tanta realidad. En un mundo plural y absolutamente sincero —en un mundo donde todos dicen lo que piensan y hacen lo que dicen— la convivencia es imposible. La honestidad total es incivil.

Por eso David Ruciman —autor de Political Hypocrisy— ha sostenido que en la vida pública la elección no es entre sinceridad e hipocresía, entre la verdad y la mentira, sino entre la hipocresía democrática, que enseña que no se puede decir todo lo que se piensa, y la transparencia total de quien cree que todo lo que piensa merece ser dicho.
Se trata de escoger entre la máscara del poder y el poder sin máscaras.

Y el poder sin máscaras —el poder que es absolutamente sincero y transparente— no tiene trabas. Así es mejor la hipocresía: siquiera el homenaje que el vicio rinde a la virtud.

¿Parece cínico reconocer que la hipocresía política que muestran los papeles de WikiLeaks es inevitable? Puede ser, pero es todavía más cínico pretender que la política puede ser absolutamente sincera. La más peligrosa forma de la hipocresía es pretender que la política no la tenga. Lo que enseñan los papeles de WikiLeaks —al mostrar que los políticos y diplomáticos conversan con los dedos cruzados— es que la falta de sinceridad es la que hace posible los acuerdos y la convivencia democrática.

Los políticos oyeron al Yago de Shakespeare:

“¡Oh mundo monstruoso! toma nota, toma nota, ¡oh mundo!
Ser franco y honesto no es prudente”.

Orwell al revés

Pero no acaban ahí las preguntas que deja planteadas el caso WikiLeaks, esta montaña de cables indiscretos y a veces maledicentes que la prensa mundial está entregando por capítulos, mientras los presidentes, diplomáticos, ministros y generales aguantan la respiración y hacen memoria para saber por anticipado si dijeron algo de lo que hoy deban arrepentirse.

¿El mundo que WikiLeaks prefigura —la disponibilidad total, o casi total, de la información en casi todos sus pormenores— es buena o es mala?

Entre todas las pesadillas modernas, una de las más inquietantes es la orwelliana. En ella los seres humanos estamos a disposición de un Gran Hermano que es capaz de observar al detalle todo lo que hacemos o dejamos de hacer hasta sus últimos intersticios. En la pesadilla de Orwell, el Gran Hermano se parece al panóptico de Bentham: es un artificio que permite que quien ejerce el poder vea a los ciudadanos y los vigile sin que éstos, por su parte, puedan verlo. La exageración orwelliana del poder es pues esa: alguien que ve sin ser visto.

El fenómeno que insinúa WikiLeaks es exactamente el inverso del de la pesadilla de Orwell. Si en el mundo de Orwell los ciudadanos somos vistos sin que podamos ver quién nos ve, en el mundo que anuncia WikiLeaks la situación está invertida: quien ejerce el poder es, tarde o temprano, visto por millones y millones de ojos sin que él, por su parte, pueda ver quién lo ve. Después de la experiencia de WikiLeaks, quienes ejercen el poder están advertidos: tarde o temprano esa observación, ese comentario indiscreto, esta trampa, será conocida de todos. Y es probable que esa conciencia pueda ayudar a que las decisiones sean mejores. Una de las ventajas de la publicidad —enseñaba Kant— es que obliga a pensar en los demás a la hora de tomar las decisiones.

Pero, es obvio, lo que es bueno cuando se trata del poder puede ser fatal en la vida de los ciudadanos de a pie. Si la disponibilidad de la información ayuda a controlar el poder, también hace a los ciudadanos más frágiles.

La individualidad de un ser humano no es tanto lo que muestra, sino lo que oculta, eso que mantiene lejos de la mirada y los oídos de los demás. Lo que cada hombre o mujer es se dibuja sobre un fondo difuso que nadie conoce bien y que sólo adquiere nitidez cuando aumentan las relaciones de confianza. Esa sombra que cobija y que dibuja a cada uno es un recurso que hace posible la libertad. Si WikiLeaks hizo bien al recordar la impostura de la política —las trampas de las que está hecha— también puso de manifiesto cuánta disponibilidad técnica hay para amenazar la individualidad de cada uno y disipar esas sombras en las que cada uno se refugia y que, hasta cierto punto, lo constituyen.

Un mundo del todo transparente en el que todos sepan todo, no es apetecible. Tampoco uno en el que la sinceridad sea la regla. Lo que es bueno a la hora de controlar el poder, no lo es a la hora de proteger la individualidad.

Y es que sólo quien está en el poder debe ser como un pez en la pecera."

http://blogs.elmercurio.com/reportajes/2010/12/05/wikileaks-la-vida-de-los-peces.asp


* Disociado!: es imposible la comunicación y un porvenir terrestre bajo tu concepto. El que crece creyendo ser una y otra cosa contraria, se contradice, contradice a los demás, contradice su naturaleza humana, y siembra unicamente la horrenda semilla de la discordia

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