Su pensamiento transmite pesadumbre. Segun el autor, todas las formas de destruccion nos regresan al origen, lo inanimado. Freud, desestima que la vida tenga un valor en si. Para él, todo lo que se predica en la vida es obra de un demiurgo, que solo nos permite vivir la proyeccion de una ilusión. Al sentimiento religioso, él lo llama con escepticismo, sentimiento oceánico. Piensa burdamente que el sentimiento religioso es unicamente una reminiscencia infantil del narcisismo primario; todo sentimiento de grandeza es el resultado de dicha condicion. Para él, el enamoramiento es "solo" el engrandecimiento del objeto porque se le proyecta un ideal del yo (aquello que el yo quisiera ser o tener); es decir, el objeto del enamorado es una proyección narcisista, que es lo mismo que decir: amamos siempre y únicamente desde un ego que desea dominio, poder. A lo más, para la triste cosmovisión del autor, los enfermos pueden hacerse normales; pocas veces se le escucha al creador del psicoanálisis hablar de salud mental. En cambio, abundan en su discurso las palabras neurotico, enfermo y malestar. A lo más, el enamorado debe amar un poquito y el hombre feliz, debe serlo en su justa medida, es decir, neuróticamente. Bien sabemos que hay amores y enamoramientos patológicos, pero no todos los amores, enamoramientos o sentimientos religiosos siguen esta referencia.
Freud reconoce no lograr descubrir en sí mismo el sentimiento oceánico de los religiosos, como tampoco la felicidad -situación que atribuye a una situación de evasión del sentimiento de culpa que nos hace sentir necesariamente la cultura por desear matar a su autoridad. Para él, la felicidad es una entelequia de anacoretas, borrachos, drogadictos y alucinados del ultramundo. Para él, existe solamente una dinámica que responde a las leyes de lo inorganico, como impulso de repeticion de la muerte. Todo lo demás es un producto engañoso del demiurgo, una representación mental.
Para Freud, que estemos vivos parece no importar: la vida no es mas que una proyección del instinto de muerte como voluntad de poder sobre los impulsos eróticos de autoconservación y de placer. Su compromiso analítico con "la verdad" (su verdad parcial) es más fuerte que cualquier otra. No es de extrañar que su genio (o mal genio) lo hayan llevado a verdades tan tenebrosas como las que expresa en "El malestar en la cultura". Pero cabe preguntarse ¿Dónde se sitúa el cuerpo en la organizacion de sus sofismas? El cuerpo, para él, no es más que un subdito de nuestras proyecciones. Lacan, sigue esta línea de "desmitificacion" corporea, representando al cuerpo como lo imposible: así, solo el yo nos permitiria una comprension subjetiva de su condicion; para Lacan, el yo es una ilusión proyectiva que unifica la sensacion primitiva del cuerpo fragmentado. Pero el yo es el representante del cuerpo y los simbolos sus herramientas. El cuerpo se expresa mediante un yo, y el yo, se manifiesta mediante una lengua.
Freud nos dice lo siguiente: "nada nos parece tan seguro y establecido como la sensacion de nuestra mismisidad, de nuestro propio yo. Este yo se nos presenta como algo independiente, unitario, bien demarcado frente a todo lo demás... el yo se continúa hacia adentro, sin límites precisos, con una entidad psìquica inconsciente que denominamos ello, y a la cual viene a servir como de fachada... por lo menos hacia afuera, el yo parece mantener limites claros y precisos. solo los pierde en un estado que, si bien extraordinario, no puede ser tachado de patologico: cuando la culminacion del enamoramiento amenaza esfumar el limite entre el yo y el objeto." Lacan fue un precursor de esta ideología desyoizante, aludiendo en todo momento a que tal unidad no es real. Para él, el sustrato de la realidad psíquica sería en cambio el verbo fálico, las palabras. Pero la mente lenguajera del autor francés, nos proyecta palabras que no nos pertenecen pero que de todas formas nos identifican. Hay en ello una realidad interesante, que no puede ser desatendida. Yo es el Otro, nos diría Rimbaud. Ahora bien, si pensamos que eso es todo, que yo es el Otro, caemos al igual que con Freud, en un abismo absoluto, en la nada del dominio fálico, en el desarraigo y la soleda espiritual. Lo que quiero apuntar aquí, es que tanto para Lacan como para Freud existe una ley - del falo- que determina simbólicamente al sujeto... hacia la muerte, porque en tanto que el falo es nada, proyecta su nada sobre el mundo: como sin sentido y sin razón. El único papel que nos quedaría jugar en dicho escenario es el de una acomodación subjetiva más o menos normal (pero nunca feliz) a las dinámicas del dominio y el sinsentido.
La compulsión a la repetición del sistema freudiano es la restitucion de la muerte; para Lacan, el falo representa la falta como ley y principio de nuestras vidas. ¿El amor? No hay que creer tanto en él porque de todos modos somos seres odiosos y destructivos. ¿Dios? Desde el sistema freudiano-lacaniano: la mentira y la ilusion más grande que se ha pronunciado sobre la tierra. Y así, sucesivamente, nos quedamos solos: en un mundo de ideas, donde el unico arraigo puede ser en el vacio y sinsentido que ellas nos representan. Pero un arraigo de esa indole, naturalmente, nos resulta incomodo, frustrante y patologico.
El viejo yo, es un logro evolutivo que merece ser estudiado a cabalidad antes de echarlo al tacho de la basura. Cierto que el yo ha causado la muerte y la destruccion en demasiía, pero ello no ocurre porque éste tenga un sentimiento genuino y compasivo para con los otros, ni porque exista en el una actitud amorosa. Los yoes destructivos han sido capturados por la oscuridad inconsciente de la mente racional, desarraigandonos del cuerpo y todo lo que tiene caracter de verdadero: la tierra, el amor y la vida. Piensan estos yoes destructivos, que en el fondo oscuro y compulsivo de sus seres inconscientes, la vida no es más que un subalterno del instinto de muerte, y que por lo mismo, no vale la pena amar ni sentir compasión, pues estos son unicamente consuelos de mentes cansadas, no aptas para el poder. La voluntad de poder, de estas mentes sadicas y neurotizantes, emana de la muerte como afirmación sadica de la voluntad de vivir... sobre los demás. Es por eso que la gente del "sistema": los gobernantes, los empresarios (no todos, que quede claro), etc., son extremadamente freudianos. Quieren hacer pasar "su" verdad parcial por la verdad absoluta: la verdad de la falta y del sinsentido depredador. Freud, de hecho, no nos miente cuando señala que el desamparo infantil y la nostalgia del padre primitivo son el fundamento del Dios todopoderoso del religioso. Ahora bien, esto es aplicable para religiosos dogmáticos, maníacos del Dios ultramundano y negadores de la vida terrenal. Para ellos, se aplica muy bien la teoría freudiano, eso está claro; lo mismo que para los militare. Lo que Freud no considera en sus teorias, es que el ánimo religioso pueda surgir de una experiencia amorosa muy gratificante. No, para él todo es oscuro y proyeccion de dicha oscuridad. Para él, no existen buenos religiosos o sanos enamorados ni valiente guerreros: los mete a todos dentro de un mismo saco. Hay que advertir en ello un peligro, que es el de hacernos a nosotros por convencimiento e insistencia ad hominem, unos nihilistas, desarraigados de toda posibilidad de amor humano y de compasion para con los otros. Lo importante para él y para los psicoanalistas que "regresan" a él, es acomodarse en el escenario de la muerte y la destruccion, donde prevalece la ley del falo, la ley del "mas fuerte".
Es cierto que la muerte, el odio y la destruccion tienen sus poderes, pero la vida, el amor y la creacion tienen los suyos también. La muerte se revela como una grieta para los que la olvidan desde el sentimiento maniaco del yo dominador. Nadie puede ganarle una partida de ajedrez a la muerte. Pero lo que sí podemos hacer, es jugar danzando, sentir la fragilidad de la vida a cada instante con gratitud; la vida es algo que debe ser cuidado con cariño. Lacan nos engaña cuando nos dice que las voces del Otro son lo verdadero. Al contrario, las voces del Otro que habitan el yo son su falsedad o sus accidentes, pero nunca su esencia. Podemos ser creativos para superar las ideas de Otros, lo cual no significa ser arrogante.
El amor, la alegria y la felicidad, son el centro de una ecuacion vital, que hay que vivir todos los dìas, vibrando el presente -dejando así las ideas asociadas a la manipulacion maligna del ego, que es lo mismo que la proyeccion de su nada como destructividad. El yo ha de tomar los logros culturales de su especie con amor y confianza. La crítica, por tanto, tiene su espacio unicamente cuando adolecemos de dicho sentimiento amoroso y cuando el padre falico nos pasa por encima. ¿Qué le debemos a la cultura? Nuestra compasión y nuestro impulso creador. La alegría de vivir en paz. La valentía de combatir lo inaceptable.
Freud, dice que la deuda cultural es unicamente negativa, porque el superyo cultural es la agresión que sentiamos hacia el padre invertida en el yo ambivalentemente como sentimiento de culpabilidad. La libido se transforma en sintoma y la agresion en culpabilidad. La ambivalencia de amor-odio al padre falico subyacente al sentimiento culposo, es en definitiva lo que nos tiene patas pa arriba; en ello hay que reconocerle al autor un gran descubrimiento. Pues bien, apropiemonos de los logros positivos de la cultura, y conservemos todo lo bueno y creador que existe en el yo. Conservemos, protegamos y desarrollemos, en ese sentido, todo lo que pueda engrandecer nuestra conciencia re-ligiosa; la religion es la unica formula para vencer el desarraigo espiritual, la soledad y la repeticion compulsiva de nuestros instintos de muerte. Arrojemos luz sobre la oscuridad, viviendo solidariamente con los projimos, y no solo con ellos, sino tambien con los animales, la naturaleza, y todo lo que nos rodea. Solo asi, podremos sanar este profundo malestar que adolece la cultura.
Que Piñera firmó un tratado nuclear con Obama, es un tema que debe ser combatido con valentia, pero no por ello vamos a dejar de proyectar amor u obsesionarnos con la noticia. Porque somos compasivos, deseamos y luchamos atarle las manos al agresor, pero luchando con la muerte como destructivida y manipulacion maligna que existe en nosotros, vibrando la vida con alegria, arraigados al Dios oceanico, que no es ni padre ni madre, sino, un vacio mental y una actitud original de amor que tiende a la hermandad. El verdadero y más radical cambio, en ese sentido, es espiritual; no material (como piensan los políticos), ni mental (como piensan los psicoanalistas).
2
No hay que ser tan injustos con Freud. Cierto que en sus postulados se evidencia una fatiga, pero la cultura europea estaba en franca crisis. Los adelantos científicos contribuían al progreso, pero el progreso necesitaba de una maquinaria destructiva para sustentarse. Hay que aplaudir a Freud su valentía para denunciar esa situación, pero hay que criticarlo, porque parece que él nunca pudo emanciparse de los rígidos límites de su teoría sexual y de la prevalencia del instinto de muerte. Bien puede argumentarse que no todo es sexo y que no la vida tiene mayor valor que la muerte por su fugacidad. Es posible especualar que exista un eterno retorno de la vida y no tan solo de la muerte. Así como existen evidencias de una amnesia infantil (apenas podemos recordar lo ocurrido en nuestra primera infancia), es legítimo pensar que aquello que goza de vida en la materia orgánica, se haya encarnado eternamente. El sentimiento religioso nos da cuenta de ello, pero bien sabemos que Freud no creía en el sentimiento religioso más que como la sublimación de una energía sexual y narcisista.
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