domingo, 27 de marzo de 2011

El saber al servicio del placer

El perverso se crea su propia moral. Borra el sistema valorico oficial y se crea uno nuevo. Si el perverso es inteligente, genera respeto en su comunidad, privando a la opinion publica acceder al conocimiento de sus fechorías. Se subvierte la moral oficial, escondiendo la verdadera de la opinion publica, ofreciendo una fachada al exterior escindida del yo gozador que practica en secreto la falta de compasión. Se esconde el crimen, se "compran" los votos a la opinion publica; cuando la suciedad emana de la cloaca, se le echa tierra, se compran complices (para que barran la mugre y se prescriba y burle la ley: el deseo de justicia y de verdad; nos ofrece a cambio una actitud indolente hacia la justicia y de hipocresía ante las víctimas.

Las víctimas pueden ser abusadas impunemente cuando las autoridades son sobre-valoradas por la opinión pública; las victimas sufren de un sentimiento de ambivalencia hacia sus autoridades que se reproduce en dos tiempos: como identificación al agresor en primera instancia, y como sentimiento restrictor o inhibitorio de la espontaneidad yoica- a traves de la culpa, la verguenza, el resentimiento, la angustia, la melancolía, la depresión y el miedo (sintomas en su mayoría neuroticos). La víctima sufre un conflicto de ambivalencia neurótica junto a la sensación de ser pervertido; se identifica con el agresor, con la idea de que el instinto sexual que se ha despertado, es malo y tiene que ser corregido.

Especialmente, el yo de un niño está en proceso de formación y expuesto a las influencias, buenas y malas, de sus lideres y congéneres, pero sobre sobre todo a la de los lideres; si el agresor representa una autoridad moral o afectiva reconocida por su comunidad, el niño no tendrá las herramientas suficientes para discernir con justicia sobre cuales son los elementos con los que se puede o no identificar; lo más natural en alguien sumiso, es que se identifique con la autoridad en la que los padres dpositan confianza; la comunidad actúa de complice cuando entrega su confianza y deposita la semblanza de un bien valórico sobre el agresor; el niño debe someterse también a esa semblanza, sintiendo que los abusos de la autoridad son culpa suya: el pecado original de sus instintos carnales o agresivos son "des-cubiertos" por la autoridad moral, sin que el niño sumiso lo sepa a priori, a traves del abuso. Lo que en realidad es abuso, para el niño sumiso es la posibilidad de su redención, su penitencia. El niño se vuelve introvertido a la opinion publica porque piensa que la sociedad no acepta la sexualidad. Lo han descubierto, y sin que lo sepa, abusan de él. La sensación de abuso permanece inconsciente, dañando su autoimagen y la percepción saludable del porvenir; la confesión de aquello que le ocurre en la intimidad expurgatoria con la autoridad moral, sería motivo de burlas y rechazos de sus congéneres y quizás, un castigo mayor, la incomprensión y la castración por parte de los padres; mostrarse a la opinión pública, significaría mostrar por qué él ha sido elegido por la autoridad moral para castigarlo; tal es el pensamiento de un niño al que no le es posible distinguir entre culpables e inocentes; tal es el sentimiento que provocan las autoridades que abusan de sus súbditos: abyección de sí, reclusion y verguenza, culpa... necesidad de identificacion con el agresor y perpetuación de la perversión como herencia clandestina.

La víctima puede identificarse completamente al agresor o no según el grado de aceptacion que tenga la fachada de la autoridad agresora sobre la comunidad. Hay así, autoridades abusadoras que justifican silenciosamente su situacion a través de su historia penosa, solo que invirtiendo los roles y sin culpa, tratando a otros niños como los trataron a ellos alguna vez, encontrando asi modo de satisfaccion a sus pulsiones reprimidas tras la fachada que entregan al publico. Detectar la culpa en tales personas es tan díficil como redimirlas, porque su yo se ha identificado al agresor encontrando en ello una forma de alivio al sentimiento de inferioridad que sentian frente a los agresores de su historia. No se encuentra en ellos un conflicto real de ambivalencia neurótica: lisa y llanamente viven escindidos. El yo es una fachada, y lo que es peor, encuentran una justificacion moral para escindirse. Lograda la influencia, dan rienda suelta a sus impulsos en la privacidad y el resguardo de sus monasterios. Tales personas, han formado sus propios valores, escindidos de la opinion publica, y sin que nadie los pudiese influir. Es como si no vieran otra identificacion posible o solución a sus problemas morales que victimizando como lo victimizaron a él. Proyectando su situación en niños de caracter débil y desamparados, como alguna vez lo fue él respecto de su agresor, a quien, y al parecer, segun los términos que lo determinan, solo entonces, justifica moralmente, terminando de escindir sus valores publicos (aquellos que concuerdan con la moral oficial) de los valores privados (aquellos que justifican las necesidades de poder y permiten la satisfaccion sexual perversa del individuo).

Ojo: no todos los perversos son hipócritas y escindidos! Hay algunos desvergonzados e inhumanos opositores al bien común. Hay en ellos una guerra declarada contra todo lo que inhibe sus posibilidades de placer.

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