"Recordaba sus propias palabras en la celda del starets: "Me parece siempre, cuando entro en algún sitio, que soy más vil que ninguno y que todos me toman por un bufón. Y entonces me digo: hagamos veradaderamente el payaso, pues todos, desde el primero al último, sois más tontos y más viles que yo." Quería vengarse en todo el mundo de sus propias villanías. Recordó de pronto a este respecto cómo en otro tiempo le preguntaron una vez: "Por qué detesta usted a tal persona?", y cómo respondió entonces en un momento de payasería desvergonzada: "No me ha hecho nada, es verdad, pero yo le he jugado una mala partida y desde ese mismo momento empecé a detestarlo." Ante aquel recuerdo, sonrió maliciosamente dudando un momento. Sus ojos brillaron y temblaron sus labios. "Puesto que he comenzado, hay que llegar hasta el final", decidió bruscamente. En ese momento hubiese podido expresar así su pensamiento más íntimo: "Ya es imposible rehabilitarme; provoquémosle, pues, hasta la impudicia: no siento verguenza delante de vosotros, !y eso es todo!" Ordenó al cochero que esperase y volvió rápidamente al monasterio, en dirección a la casa del padre abad. No sabía aún lo que iba a hacer, pero sabía que no era dueño de sí mismo, que la menor impulsión lo llevaría al colmo de cualquier indignidad, pero sólo una indignidad, y no un delito o una salida tal que le hiciera comparecer ante la justicia. En este último sentido, sabía contenerse siempre, lo que le extrañaba a veces. Y apareció en el comedor del abad cuando todos iban a sentarsedespués de la oración. Detúvose en el umbral, examinó a la concurrencia mirando a todos fijamente, y soltó una carcajada sostenida e insultante.
- Creerían que me había marchado, y aquí me tienen - gritó con voz atronadora.
Los asistentes lo miraron un instante en silencio y de pronto sintieron todos que iba a tener lugar una escena repugnante y que el escándalo era inevitable. (...)
- No, !permitan ustedes!- chilló Fiodor Pavlovich, avanzando dentro de la habitación-. Déjenme terminar. En la celda del starets me acusaron ustedes de haber cometido una falta de respeto, y todo por haber hablado de los peces de río. Piotr Alexandrovich, mi pariente, estima que hay en mi discurso más nobleza que sinceridad; yo, por el contrario, estimo que en mi discurso hay más sinceridad que nobleza. !Peor para la nobleza! Verdad Von Sohn? Permítame, padre abad; aunque soy un bufón y hago ahora ese papel, soy un caballero y quiero explicarme; sí, soy un caballero honorable. (...) Mi hijo Alexey cuida entre ustedes por la salvación de su alma; soy su padre y me preocupa su suerte, como es mi deber. Mientras yo me exhibía lo he escuchado todo, miraba sin parecerlo, y ahora quiero ofrecerles el último acto de la comedia. (...) La confesión es un gran sacramento que yo venero y ante el cual estoy dispuesto a prostrernarme; ahora bien, en la celda, todo el mundo se arrodillaba y se confesaba en voz alta. Está permitido confesarse en voz alta? (...) Cómo podría yo decir delante de todo el mundo, por ejemplo, que yo... esto y lo de más allá? En fin, comprenden ustedes? Algunas veces es una indecencia hablar. No es eso un escándalo? No, padres, con ustedes podría llegarse a entrar en la secta de los klysky. En la primera ocasión le escribiré al sínodo, y retiraré a mi hijo de la casa de ustedes.
(...) el demonio se había apoderado de Fiodor Pavlovich. (...) no había visto nada semejante , y se fundaba únicamente en los antiguos rumores y comadreos que recordaba a su manera. Pero al decir esta tontería se dio cuenta del absurdo de ella y quiso enseguida probar a sus oyentes, y sobre todo a sí mismo, que no había dicho nada absurdo. Y aunque sabía perfectamente que todo lo que dijese no haría más que agravar el absurdo, no pudo contenerse y se deslizó como por una pendiente.
- !Qué bajeza!- exclamó de pronto Piotr Alexandrovich.
- Perdonen- dijo de pronto el padre abad-. En otro tiempo se dijo: Hablan mucho de mi, e incluso hablan mal. Después de haberlo escuchado todo, me digo: es un remedio enviado por Jesús para curar mi alma vanidosa." Nosotros también le damos humildemente las gracias, querido huésped.
E hizo una profunda reverencia a Fiodor Pavlovich.
- Bah! Todo eso es mojigatería. Frases antiguas y antiguos gestos. Viejas mentiras y el formulismo de las reverencias hasta el suelo. !Ya conocemos esa reverencias! "Un beso en los labios y un puñetazo en el corazón", como en Los Bandidos de Schiller. No me gusta la falsedad, padres, !quiero la verdad! Pero la verdad no está en los peces de río, y así lo he proclamado. Monjes, por qué ayunáis? Por qué esperais por ello una recompensa en el cielo? También ayunaría yo por una recompensa así. No, santo monje, sé virtuoso en la vida, sirve a la sociedad sin encerrarte en un monasterio donde lo tienes todo y sin esperar recompensa allá arriba. He ahí lon que sería más fifícil. Yo también sé hacer frases, padre abad. Qué han preparado?- continuó acercándose a la mesa-. Oporto viejo y vino de Medoc de casa de los hermanos Ieliseiev. !Vamos padres!, que esto no se parece a los peces de río. Miren esas botellas, eh? y quién les ha facilitado todo eso? Ha sido el mujik ruso, el trabajador que les trae su ofrenda ganada con sus manos callosas, quitandoselo a su familia y a las necesidades del estado. Reverendos padres, ustedes explotan al pueblo.
- Eso es indigno de su parte- profirió el padre José. El padre Paisius guardaba un obstinado silencio. Miusov se lanzó fuera de la habitación, seguido de Kalganov.
- !Pues bien, padres, sigo a Piotr Alexandrovich! No volveré por aquí aunque me lo pidieran ustedes de rodillas; nunca más. Les he enviado mil rublos y ustedes se han admirado; pero no les daré nada más. !Así vengaré mi pasada juventud y las humillaciones que he soportado! - exclamó dando un puñetazo en la mesa en un acceso de fuerte indignación-. Este monasterio ha representado un gran papel en mi vida. !Cuántas lágrimas amargas he vertido por su causa en mi vida! Volvieron ustedes contra mí a mi mujer la poseída, me han cargado de maldiciones y difamado por el vecindario. Ya es bastante, padres. Vivimos en una época liberal, en el siglo de los barcos de vapor y de los ferrocarriles. No conseguirán nada más de mi, ni mil rublos, ni cien, ni uno siquiera.
Hay que advertir que jamás nuestro monasterio había ocupado tal lugar en su vida, ni le había hecho verter lágrimas amargas; pero se había arrebatado en tal forma a propósito de aquellas lágrimas que estuvo a punto de creerlo. Hubiese llorado de emoción, pero sintió al mismo tiempo que era hora de marcharse.
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1 comentario:
Excelente. Felicitaciones por la entrada.
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